La palabra academia designaba en su origen un cuerpo de profesores, una escuela donde se profesaba un ramo de enseñanza, especialmente de lo que se llama facultad mayor. Por eso al fundar las universidades, reuniendo todas o gran parte de las facultades, se las denominó academias, nombre que aún se conserva en latín. Considerados de esta manera, las academias o sociedades científicas fueron desconocidas de los antiguos. En tiempo de Augusto César, se leían composiciones poéticas por los propios autores en asambleas o juntas privadas donde solo eran admitidos hombres doctos capaces de censurarlas. El mismo Augusto solía recitar sus composiciones en tales juntas y oía cortés y pacientemente no solo a los que en ellas recitaban poesías sino también oraciones y diálogos. Estos y otros testimonios que nos conserva la historia acreditan la reunión de los hombres entendidos con objeto de cultivar las letras y las ciencias en tiempo de los romanos. Carlomagno, a solicitud de su maestro Alcuino promovió una reunión de amigos del mismo monarca los cuales cultivaban la grafhálica, la historia, la retórica, y las matemáticas. En el siglo siguiente fundó Alfredo en Oxford otra sociedad o academia que como la de los árabes en Granada y Córdoba, era más bien una escuela, que sirvió de base para la universidad erigida en el mismo punto. Pero estas sociedades no pueden considerarse como academias en el sentido común de la palabra, según las noticias que han llegado hasta nosotros.[1
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jueves, 24 de junio de 2010
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